Pasión por la cerámica XXVI. La transición entre dos mundos: Yoshimura Shuuhou del horno Yoshimura Toen.
Susumu Kataoka, conocido en el ámbito artístico como Shuuhou, representa la cuarta generación al frente del histórico horno de cerámica de su familia en Tokoname, como ya sabemos, una de las seis antiguas ciudades alfareras de Japón. Su nombre, vinculado ya de forma inseparable a la tradición cerámica de la región, es sinónimo de excelencia y continuidad.
Con rigor heredado y una sensibilidad cultivada con los años, Kataoka encarna la segunda generación de su linaje dedicada casi por completo a la creación de cerámica para bonsái, una disciplina que exige no solo maestría técnica, sino una comprensión profunda del equilibrio, el vacío y la forma como lenguajes del alma.
Su trayectoria y pericia le valieron el reconocimiento oficial del gobierno nipón, que le otorgó el certificado de maestro artesano, distinción reservada únicamente a aquellos cuya obra no solo preserva la tradición, sino que la proyecta hacia el futuro con dignidad y autenticidad.

Susumu Kataoka vino al mundo durante el incierto periodo de entreguerras, cuando la humanidad, aún convaleciente de una tragedia, avanzaba a tientas hacia otra aún más devastadora. Su infancia coincidió con los años más oscuros de la historia contemporánea de Japón: la Segunda Guerra Mundial, una contienda particularmente cruel y despiadada para su país, que acabó reducido a cenizas físicas y morales.
Desde muy temprana edad, Susumu se vio obligado a enfrentarse a realidades que ningún niño debería conocer: el estruendo de los bombardeos, el hambre prolongada, la humillación de la derrota y la precariedad de una posguerra que no ofrecía consuelo ni esperanzas inmediatas.
Sin embargo, guiado por la figura firme y ejemplar de su padre, Kataoka Yoshimura —un hombre austero, digno y profundamente arraigado a los valores tradicionales—, Susumu logró sortear aquellos años de privaciones y desesperanza. Fue al lado de él que aprendió, no sólo a sobrevivir, sino a asumir responsabilidades de adulto cuando apenas había dejado atrás la niñez.
A una edad muy temprana él ya se había hecho cargo del horno familiar. En torno a ese fuego —modesto pero constante— comenzó a reconstruir no sólo su vida, sino también un fragmento del Japón que resistía a desaparecer. Con esfuerzo, voluntad y un sentido innato del deber, Susumu encarnó una forma de heroísmo silencioso: el del hombre que no se resigna, que no se doblega, y que reconstruye a partir de las ruinas, ladrillo a ladrillo, maceta a maceta.
El estilo de sus macetas: una manifestación de lo auténtico.
Susumu Kataoka goza de un reconocimiento internacional indiscutible por la excelencia técnica y la sutileza estética de sus piezas esmaltadas, las cuales constituyen el núcleo más visible y celebrado de su producción artística. Sin embargo, dentro de su corpus creativo existen obras no esmaltadas que, por su extrema rareza y limitada circulación en el mercado, adquieren un carácter casi de coleccionista. Estas piezas, desprovistas de cualquier revestimiento superficial, permiten apreciar con mayor claridad la pureza formal, el rigor constructivo y la intención expresiva del autor en estado esencial.


Maceta para bonsái ovalada sin esmaltar por el maestro Yoshimura Shuuhou. Las pastas empleadas en estas piezas son grisáceas, tras la cocción adquieren gran dureza. Reciben el nombre de «Haiiro no doro» o barro gris. (SHOUWA-DEI). El acabado es rugoso o ARA-DEI.
Medidas: 34,5 x 27,8 x 11,8 cm. Colección Laos Garden.
Para saber más sobre las pastas empleadas en las macetas de bonsái:


Algo más frecuentes son estas piezas igualmente sin esmaltar estilo nanban. De pastas rugosas oscuras y gruesos desgrasantes, esas obras son muy buscadas últimamente para coníferas es estilo literati o bunjin. Medidas: 38,5 x 4,3 cm Yoshimura Shuuhou. Colección Laos Garden.
Dentro del catálogo del maestro resulta particularmente complicado encontrar macetas de pequeño tamaño, ya que la mayoría de las obras que se cultivan y comercializan corresponden a tamaños como el chumono y el omono, los cuales son mucho más habituales. Estas dimensiones, de mayor envergadura, han eclipsado a las piezas de menor formato, convirtiéndolas en una rareza dentro del mercado especializado y como he apuntado, objeto de deseo de los coleccionistas.

Pequeña maceta de Yoshimura Shuuhou sin esmaltar. Con forma de tambor, labio abierto y botonado en base y labio.
Medidas: 8,8 x 3,5 cm. Colección Laos Garden.
Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái.
Esmaltes: La evolución palpable en una estirpe de ceramistas.
Durante los años en que cursaba mis estudios en la UAM, tuve la fortuna de poder optar por algunas asignaturas de libre configuración. La mayoría de ellas estaban orientadas hacia la arqueología, campo en el que decidí especializarme, pues tenía bien claro el rumbo profesional al que quería encaminarme. Sin embargo, para equilibrar la «densidad» de tanta historia y arqueología, elegí, en algunos momentos, asignaturas relacionadas con el arte. Una de las que más aprecié se centraba en la pintura decimonónica, o pintura del siglo XIX, disciplina que me permitió explorar una faceta distinta, pero igualmente enriquecedora, de la expresión humana a través del tiempo.
Gracias a esta asignatura, tuve la oportunidad de apreciar la evolución que transcurre entre la pintura del neoclasicismo, caracterizada por sus formas puras y austeras, claramente influenciadas por la escultura grecorromana, y el romanticismo del siglo XIX, un movimiento que pone énfasis en la espiritualidad, la imaginación, la fantasía y el sentimiento. En este periodo, la pintura se desvincula de la razón estricta y abraza lo irracional, lo onírico y lo misterioso, lo que se traduce en una fascinación por el ocultismo, la locura y el sueño. Este enfoque, a su vez, prepara el terreno para las corrientes posteriores, como el realismo, que se asienta en la representación fiel de la vida cotidiana, y el impresionismo, que marca una ruptura radical con el arte académico tradicional y transforma profundamente el lenguaje artístico. De este modo, se inicia el camino hacia los movimientos de vanguardia, que redefinirán para siempre el curso del arte.



No es blog donde entrar más en detalle, sin embargo, citaré como ejemplo los siguientes cuadros: Napoleón cruzando los Alpes. Realizado por el artista francés Jacques-Louis David entre 1801 y 1805. Aunque de estilo neoclásico: con espacio poco profundo, de composición clara y sencilla, anatomía correcta, figura de porte escultórico…, se empiezan a vislumbrar detalles que serán más evidentes en el romanticismo. (izquierda o arriba). La Libertad guiando al pueblo de Eugene Delacroix en 1830. Delacroix, alumno de Jacques-Louis ya es uno de los estandartes de la pintura romántica del XIX. La emoción, la imaginación y el cambio en los colores, ahora mucho más fuertes, se hacen evidentes y serán la tónica general del periodo. (centro). Y, por último, La Balançoire de Aguste Renoir. En este cuadro la plasmación de la luz sobre los cuerpos es más importante que la descripción de la forma, mostrando la ruptura con la tradición del vanguardismo.
En este tránsito, cada etapa conserva en su esencia una parte de la anterior, al tiempo que influye, de manera indiscutible, en la posterior. Este principio se refleja de manera clara en los esmaltes de la casa Yoshimura. El recorrido comienza con los tonos sombríos de Yoshimura Kataoka, cuyos esmaltes, de una belleza en tonos mate, marcan la pauta inicial, esmaltes de corte neoclásico, si tenemos en cuenta que se inspiraban en los tradicionales vidriados chinos. A continuación, su hijo, Yoshimura Shuuhou, imprime su sello personal en la tradición familiar, experimentando con innovadoras técnicas, como los namakos y las partículas en suspensión, además de mezclar tonos con una audacia que introduce una gama cromática más vibrante. Una obra más «romántica», si se me permite la comparación. Este proceso culmina en la obra de Hidemi Kataoka, nieto de Yoshimura Kataoka y hijo de Yoshimura Shuuhou, cuyo trabajo, a través de una luminosidad refinada, llega a lo que podría considerarse una manifestación de vanguardia, término que bien podría aplicarse para describir la energía y la viveza que caracterizan sus piezas. Los esmaltes de Hidemi Kataoka continúan la evolución de la tradición iniciada por su abuelo, pero enriquecida por la experimentación de su padre, alcanzando una luminosidad que refleja y amplifica lo que ya comenzaba a vislumbrarse en las obras de su progenitor.



Yoshimura Kataoka, abuelo de Hidem Kataoka. (izquierda o arriba). Yoshimura Shuuhou, padre de Hidemi Kataoka (centro). E Hidemi Kataoka, actual responsable de Yoshimura Toen. (derecha o abajo).



Tambor de Yoshimura Kataoka esmaltado en verde clásico, oribe. Este término, «oribe», indica un tipo de esmalte que no solo produce tonos verdes. Hay «mucha lana que cortar» acerca de este vidriado que tiene su origen en el siglo XVII y del que hablaremos más en profundidad en futuros artículos. Medidas: 39 x 9 cm, (izquierda o arriba). Una maceta ovalada de labio abierto de Yoshimura Shuuhou con un esmalte verde oribe con notas de jaspeado con distintas intensidades según la superficie. Medidas: 39 x 30,5 x 9,5 cm, (centro). Por último, maceta para bonsái hexagonal esmaltada en un azul jaspeado por Hidemi Kataoka. la evolución en la complejidad del esmalte se hace evidente en la comparativa. Medidas: 12,5 x 11,5 x 4,7 cm, (derecha o abajo). Todas las piezas perteneces a la colección Laos garden.


Un par de macetas con esmalte «gruyere», Quizá el ejemplo más característico de los esmaltes de este horno. Se trata de gruesas capas en tonalidades crema, en azules o verdes claros, con sus inconfundibles oquedades. A la izquierda o arriba está una de las versiones de Yoshimura Kataoka y a la derecha o abajo una de los modelos de su hijo Yoshimura Shuuhou. Medidas: 33 x 25,6 x 7,5 cm. Ambas pertenecientes a la colección Laos Garden.



Distintas tonalidades de esmalte verde de Yoshimura Shuuhou: Una maceta rectangular en oribe con notas de burbujas plateadas o metálicas que son cristalizaciones. Medidas: 56.5 x 41,4 x 10,4 cm, (izquierda o arriba). Una pieza ovalada con un espectacular degradado a tonos oscuros. Medidas: 41,5 x 30,6 x 8 cm, (centro). Y una elegante obra cuadrada de canto biselado en un esmalte con degradado a tonos claros. Medidas: 28 x 28 x5,9 cm, (derecha o abajo). Todas pertenecientes a la colección Laos Garden.



Distintas tonalidades de esmalte blanco o shiro de Yoshimura Shuuhou. Una maceta de flor con esmalte blanco manchado. Medidas: 36 x 34,5 x 8 cm, (izquierda o arriba). Otra pieza de flor con ken y alguna oquedad. Medidas: 40,5 x 7,7 cm, (centro). Y una maceta ovalada con un esmalte y una muy buena pátina amarilleada por el uso. Medidas: 55 x 39,8 x 7 cm, (derecha o abajo). Todas pertenecientes a la colección Laos Garden.



Distintos tonos de esmalte azul por Yoshimura Shuuhou. Una delicada maceta ovalada de labio de cordel con un esmalte muy peculiar. Medidas: 47 x 35,2 x 6,7 cm, (izquierda o arriba). Una pesada pieza rectangular con un esmalte azul namako, que posteriormente será muy empleada por Hidemi Kataoka. Medidas: 40,2 x 35,5 x 13 cm, (centro). Por último, una maceta cuadrada de cantos biselados en azul de bebé o kinyo. Medidas: 31,5 x 31,5 x 6,4 cm, (derecha o abajo). Todas pertenecientes a la colección Laos Garden.


Un par de ejemplo de Yoshimura Shuuhou en tonos amarillos o kii. Una pieza rectangular con esmalte ya apagado por el uso, muy buena pátina. Medidas: 37,5 x 28,5 x 10,4 cm, (izquierda o arriba). Un modelo ovalado en forma de saco con el esmalte muy luminoso. Medidas: 36 x 30,5 x 14 cm, (derecha o abajo). Ambas pertenecientes a la colección Laos Garden.
Los esmaltes especiales de la casa.
Más allá de los esmaltes convencionales —aquellos a los que estamos acostumbrados en la cerámica clásica japonesa—, Yoshimura Shuuhou se atrevió a explorar territorios menos transitados. Fue un hombre que no se conformó con reproducir lo establecido. Su instinto artístico lo llevó a experimentar con nuevas tonalidades y combinaciones cromáticas, en un ejercicio de audacia que terminaría ejerciendo una influencia profunda y decisiva sobre su hijo, Hidemi Kataoka.
Dotado de una sensibilidad igualmente rigurosa y de una comprensión íntima del oficio heredado, supo aprovechar con inteligencia los conocimientos técnicos y estéticos legados por su padre. Durante décadas —largas, silenciosas, laboriosas— se dedicó a desarrollar una obra de nuevo aliento, impregnada de respeto por la tradición, pero también de una voluntad inequívoca de renovación.
El resultado son piezas que no sólo destacan por su calidad y originalidad, sino que, en mi caso particular, se han convertido en algunas de las más estimadas de mi colección. No únicamente por su belleza —que es evidente—, sino por la historia silenciosa que contienen: la de un linaje de ceramistas que entendió el arte no como repetición, sino como legado vivo.


Impresionante maceta para bonsái rectangular de Yoshimura Shuuhou esmaltada en tonos marrones y ocres. Característico esmalte grueso de oquedades «gruyere». Medidas: 41,8 x 28,3 x 6,1 cm. Colección Laos Garden.


Una maceta con tonos marrones, ocres y dorados por Yoshimura Shuuhou. Esmaltes a base de dióxido de manganeso, tanto a altas como a bajas temperaturas, producen estos tonos marrones purpúreos. En esta ocasión es una cocción de alta temperatura. También se adquieren tonos marrones empleando óxido de hierro a alta temperatura. Medidas: 41,4 x 35 x 12,2 cm. Colección LaosGarden.


Un par de piezas excepcionales, en las que el maestro logra una conjunción admirable de imaginación, destreza técnica y sensibilidad artística. Este esmalte —de una calidad y belleza incuestionables— se convierte así en una firma inconfundible de su labor, y no sorprende que su hijo, Hidemi Kataoka, recurra con frecuencia a esta técnica, prolongando con rigor y respeto una herencia estética cuidadosamente cultivada.



Una maceta ovalada con un curioso esmalte jaspeado de transición de amarillo a blanco. Medidas: 40 x 31 x 13 cm, (izquierda o arriba). Otra pieza cuadrada con un esmalte en tono verde esmeralda claro. Medidas: 30,5 x 30,5 x 6,1 cm, (centro) y otra maceta de esmalte «gruyere» pero en un precioso esmalte kinyo o azul de bebé. Medidas: 41,5 x 31,5 x 7,8 cm. Todas pertenecientes a la colección Laos Garden.


No desearía concluir este artículo sin antes incluir, entre los esmaltes notables que aquí se han mencionado, una pieza que destaca no sólo por su belleza, sino por la complejidad y sutileza de su acabado. Me refiero a una maceta ovalada, obra del maestro Yoshimura, cuya superficie vidriada constituye un verdadero ejercicio de armonía cromática y oficio depurado.
El esmalte que la recubre alterna, con singular maestría, zonas blancas matizadas con jaspeados en azul y, en sentido inverso, áreas azules salpicadas de blanco. Este juego de contrastes, lejos de resultar estridente, construye una unidad visual serena, casi meditativa. A ello se suman otras tonalidades —entre las que resalta un amarillo discreto pero elocuente— que aportan profundidad y riqueza a la composición.
Una obra singular que, por su carácter único y la sensibilidad que revela, merecía ser mencionada antes de cerrar estas líneas.
Medidas: 42 x 32 x 10,5 cm. Colección Laos Garden
Nuestras imágenes de archivo. Yoshimura Toen.






Finalmente, les ofrecemos unas imágenes de archivo que datan del año 2017. Corresponden a nuestras estanterías en Laos Garden, donde se alineaban, con la serena elegancia de lo bien hecho, las macetas salidas del horno Yoshimura.